Esta es una pregunta que miles, por
no decir millones, de personas se deben hacer en el mundo cada día. 
Leí otro el día, no recuerdo donde,
que es alarmante el número creciente de “singles”, es decir, solteros en
nuestra lengua de toda la vida. Esto está obligando a las empresas a cambiar su
visión comercial. Mientras hubo una época en que se ocupaban en lanzar formatos
“familiares” con una mayor cantidad de producto para que le saliera más barato
al consumidor, ahora se esfuerzan en sacar formatos con una ración para dar
servicio a un número cada vez más creciente de personas que viven solas.
Esta tendencia, parece ser el signo
de nuestros tiempos. Parece que hemos conseguido “cargarnos” la única
institución que había conseguido perdurar a través de los tiempos: la familia. 
Sin embargo, pienso que lo que está
verdaderamente en crisis no es la familia, sino la pareja. 
La familia está demostrando ser
todavía una entidad viviente y efectiva en los tiempos que corren. 
Decía el otro día el Dr. Antonio
Piñero* en una entrevista que le hacían allende los mares, que España estaba
soportando la crisis económica gracias a la familia. En estos momentos, con la
cantidad creciente del número de parados y gente sin ingresos y expulsados de
sus casas, la familia está siendo el único recurso para mucha gente. La solidaridad
de sus miembros hacia los más desfavorecidos está proporcionando una forma de
subsistencia para muchas personas que no disponen de otra. 
Ya se había convertido en una costumbre, los hijos divorciados que se volvían a vivir con sus padres. Y digo hijos porque hay más hombres que mujeres que se han visto obligados a volver al seno familiar, entre otras cosas, porque la mujer y los hijos, son lo que suelen quedarse en la vivienda, mientras que son los hombres, en la mayoría de los casos, quienes deben abandonarlo.
 Sin embargo ante esta crisis, son familias enteras las que se reagrupan, para poder soportar los gastos.
Sin embargo ante esta crisis, son familias enteras las que se reagrupan, para poder soportar los gastos.
Aún así, hay un número creciente de personas que se agrupan también, pero en pisos compartidos, para seguir viviendo solos, aunque compartiendo las cargas económicas.
Lo que demuestra que la verdadera dificultad no reside en la familia propiamente dicha. Los lazos de sangre siguen siendo muy importantes para la mayor parte de las personas y, salvo excepciones, un hijo sigue siendo un hijo y un hermano sigue siendo un hermano, más allá de las diferencias que pueda haber entre los mismos.
Lo de la pareja, sin embargo, es otra historia.
La pareja parece haber fracasado. Mucha gente, entre las que me cuento, hemos renunciado a tener pareja, tras una larga serie de intentos. Otros están aún haciendo ensayos, uno tras otro, sin obtener resultados.
Cuando hablo de este tema con otras personas en situación parecida, me encuentro con todo tipo de opiniones. La mayoría expresan su situación con el refrán “mejor solos que mal acompañados”. También es verdad que, muchas veces, se detecta en el fondo un pelín de amargura.
El ser humano no está concebido para estar solo. Somos seres grupales. La prueba es que estamos organizados en sociedades más o menos grandes desde el principio de los tiempos y, en la última parte de la historia nos hacinamos en grandes ciudades, cada vez mayores, en la medida en que el terreno lo permite. Si fuéramos seres solitarios actuaríamos como algunos animales que solo se “asocian” para procrear y después se desentienden de su prole y de su pareja temporal.
Pero no es así. De hecho el ser humano busca desesperadamente desde la más tierna infancia el estar arraigado en el seno de la familia y la sociedad.
Lo contradictorio es que el primer eslabón de ese núcleo es la pareja y ahí es donde la estamos pifiando.
Pues voy a expresar mi humilde opinión de persona que se retiró de la “búsqueda”, hace ya unos años, a fin de hacer un análisis introspectivo para no seguir dando palos de ciego.
Me fijé primero en mis padres y en otros tipos de pareja de una cierta edad que llevaban juntos “toda la
vida”. Les pregunté cómo habían conseguido seguir juntos tantos años. La respuesta, aunque obvia, no me satisfizo en absoluto. Hay que aguantarse mucho mutuamente, no siempre es fácil, pero es lo que hay. Hay que ceder.
Ya, dije para mí misma, el problema es que siempre cede el mismo…
Y es que, por lo menos desde fuera, las parejas que “duran” parecen haber establecido unos roles de dominancia en el que siempre hay uno de los dos que cede más terreno al otro.
Otros, más afortunados, han establecido esos mismos roles por parcelas. En el caso de esposas que no trabajaban (que era lo normal en la época de las parejas de las que estamos hablando), la dominancia estaba dividida: la mujer dominaba en el hogar y el marido en todo lo demás. Este parece ser un modelo que les ha funcionado bastante bien.
Pero, avanzamos un poco, hasta parejas que no llegan a los 60 años y la cosa ya no está tan clara. La esposa trabaja igual que el marido. Más aún, porque la parcela de casa sigue siendo cosa de ella y él pocas veces se ocupa de la misma. Igual ha ocurrido con la crianza de los hijos. Resultado, muchas mujeres de esa edad, han “aguantado” porque ni siquiera tenía tiempo para pensar en ellas mismas. Pero no pocas, han decidido separarse, a pesar de la edad y las pocas oportunidades que puedan quedarles, solo para “sentirse libres”.
 Si vamos un poco más allá y bajamos al ranking a los de menos de 50 años, la cantidad de parejas que siguen juntas a pesar de los años se reduce sensiblemente. Evidentemente, en este rango de edad, ambos trabajan.
Si vamos un poco más allá y bajamos al ranking a los de menos de 50 años, la cantidad de parejas que siguen juntas a pesar de los años se reduce sensiblemente. Evidentemente, en este rango de edad, ambos trabajan.
Y, si continuamos bajando, vemos como el número de años que las parejas permanecen juntas se reduce de una manera drástica.
Ahora, en el colegio ya no le extraña a nadie que haya varios hermanos de varios padres o madres diferentes, como pasaba años atrás. Se ha convertido en algo normal. Mucha gente lleva varios divorcios a sus espaldas y eso también es algo normal.
Pero, ¿cuál es el factor determinante en esta diferencia?
Pues al parecer el trabajo de la mujer.
En mi opinión, aunque costoso, el salto de la emancipación de la Mujer se ha dado mal. Iba a decir que se ha dado muy deprisa, pero no, lo cierto es que se ha dado mal.
Y me explico, se ha pasado de educar a la Mujer para que se ocupara únicamente de los hijos y de las tareas del hogar, a hacernos saber que podíamos hacer otras cosas: las mismas cosas que los hombres. Podíamos ser médicos o abogados; podíamos ser policías o militares; podíamos, en definitiva, ser aquello que nos propusiéramos. Por el contrario, nadie nos explicó que iba a pasar con aquellas tareas de las que antes nos ocupábamos únicamente nosotras: la casa y los hijos.
Para las mujeres era evidente: si los dos ensuciábamos, los dos teníamos que limpiar; si los dos comíamos, los dos teníamos que comprar y cocinar; si los hijos eran de los dos, ambos teníamos que cuidarlos.
Pero esto que para nosotros era tan evidente, a las madres, padres y educadores, se les olvidó enseñárselo a sus hijos varones. Mientras las madres alentaban a sus hijas a “hacer algo fuera de casa para que no les pasara lo que a ellas”, seguían lavando la ropa, haciendo la cama y cocinando para sus hijos varones, por la sencilla razón de que estaban acostumbradas y no se les ocurrió que, para que eso cambiara para sus hijas, tenía que cambiar también para sus hijos.
El choque fue tremendo. Mujeres “liberadas” se encontraban con hombres “chapados a la antigua” que no se habían enterado de que el “modelo” de su madre había dejado de existir.
Algunos, los menos, se dieron cuenta del cambio y lo aceptaron; otros lo hicieron a regañadientes, escaqueándose siempre que podían. Los más, no se enteraron de por donde les daba el aire y se empeñaron en continuar “como siempre” hasta que sus esposas les dieron con la puerta en las narices.
En realidad, no era culpa suya, pero… es lo que hay.
Los jóvenes parecen haber superado ese inconveniente. Aunque, en honor a la verdad, aún quedan muchos chicos para los que este modelo sigue vigente, aún cuando prediquen lo contrario. La prueba es que una vez acomodados en el hogar, escurren el bulto todo lo que pueden en las taras del hogar.
Menos mal que, por lo menos, se cuidan de los niños, exclama más de una mujer a la que ha tocado en suerte una de estas parejas evolucionadas de boquilla.
Y aquí estamos, en pleno siglo XXI, con un problema difícil de solucionar: el entendimiento entre hombres y mujeres.
Todo esto está muy bien, pero la gran pregunta es ¿Por qué?
Pues, y repito que es solo mi humilde opinión, porque nos hemos equivocado en una cosa substancial.
Hombres y Mujeres, no somos iguales.
Y antes de que nadie se eche las manos a la cabeza, explico.
Hombres y Mujeres, somos (deberíamos ser) complementarios.
Nunca seremos iguales, porque no estamos diseñados igual. Nuestros cerebros funcionan de diferente forma y, por lo tanto, nuestros centros de interés están en lugares distintos.
Algún día, es probable que la evolución nos lleve hacia un funcionamiento similar de nuestro cerebro, pero, por ahora, eso está lejos de la realidad. Y si llegara a ocurrir, probablemente habremos llegado al Hombre Andrógino de los Alquimistas, pero eso es otra historia que no tiene que ver con lo que nos ocupa.
Por ahora deberíamos poder lidiar con nuestras diferencias en armonía. Pero no es lo que está ocurriendo. Y no lo será a menos que nos pongamos todos a la tarea.
Desde que ocurrió, tras muchos esfuerzos, sacrificios e incluso mártires, la llamada “liberación” o “emancipación” de la Mujer, nos hemos convertido en rivales.
Las Mujeres nos hemos equivocado tratando de conquistar el terreno del Hombre. Y no digo que no fuera lógico. Cualquier esclavo anhela tener lo que tenía su amo. Solo digo que hubiéramos debido ser más inteligentes. Al fin y al cano presumimos de ello, ¿no?
Yo soy de las que piensa que, posiblemente, la Mujer es más inteligente que el Hombre. Y, antes de que los caballeros se me tiren encima, explico:
Imaginemos a la pareja primitiva. Iguales en teoría en fuerza bruta y con las mismas condiciones en su
evolución mental. ¿Cómo se las apañó la Mujer para mandar al Hombre a luchar contra los diplodocus y quedarse ella en la cueva, calentita, cuidando de sus hijos y esperando a que él se jugara la vida para alimentarles?
Desde luego, tonta no era.
Lo que, probablemente hizo, fue alimentar el ego de sus maridos, diciéndole lo fuerte que era y lo bien que se sentía siendo protegida por él. Y debió ser así, porque eso aún funciona.
Lo que nunca se imaginó es que, al ejercitar él su musculatura, mientras ella lo hacía en mucha menos medida, esta fuerza se volvería un día contra ella. Todo tiene sus pros y sus contras.  El precio fue caro, cierto.
Bueno, todo esto es una broma y que me perdonen los caballeros, pero no creo que sea muy descabellado.
El caso es que, ahora hemos pretendido hacerlo al revés. Y, que me perdonen también las feministas, nos hemos equivocado de pleno. Hemos querido echar al hombre de sus parcelas, para ocuparlas nosotras. Por supuesto, como, desde tiempos inmemoriales hemos cultivado el sentimiento de que los hijos son nuestros ya que les hemos dado a luz nosotras, esta parcela también nos la hemos guardado.
Alucino viendo padres, hoy en día, que cambian pañales, dan biberones y se levantan por la noche si los niños lloran, pero… pobre de ellos que se les ocurra reñirlos, porque mamá leona salen en su defensa. ¡ a sus niños no se los toca nadie!.
Y claro, el conflicto está servido.
Desde el punto de vista de una mujer de ahora:
Los hombres ya no son mejores en el campo laboral. De hecho ya hay sectores en los que el número de profesionales mujeres es muy superior al de los hombres. Les estamos queriendo dejar, aquello que no nos apetece, porque no da “glamour”. Lo de mujeres torero, mujeres en los camiones o en la construcción que se dio durante unos años, no ha cuajado. Las mujeres queremos dirigir las empresas, ser médicos, abogados, etc.
Los hombres pueden cuidar de sus hijos, pero no educarles, salvo excepciones siempre.
Los hombres pueden lavar, limpiar, cocinar, comprar… en esto no hay problema.
Resultado:
¿No estamos queriendo darle la vuelta a la tortilla?
¿No es una especie de revancha tonta que no va a conducirnos a nada?
¿No estamos queriendo ser la Amazonas de un mundo nuevo?
Pero…recuerdo que lo de las Amazonas no funcionó. Y a nosotras no nos funcionará.
Particularmente me he encontrado con dos tipos de hombre. Los que siguen en los mundos de Yupi, pensando que nada ha cambiado y que pueden seguir siendo el macho ibérico y los que han tirado la toalla y se dejan someter por la mujer.
Pues, no se vosotras querida amigas, pero yo lo que quería era un igual, un compañero para compartir la vida. Para que alguien me diera órdenes ya tenía a mi padre (que era de la época), ya tengo al gobierno y ya tengo a mi jefe (o jefa, da igual). Para tener que cuidar de alguien y decirle lo que tengo que hacer, ya tengo a mis hijos.
¡Amig@s, despertemos!
Para que esto funcione, hay que dejar de lado la competitividad para preocuparnos por el bien común. El modelo americano que nos han servido las películas estilo “Sexo en Nueva York” es falso, no funciona.
La mujer no es ni más ni menos inteligente que el hombre, por la sencilla razón de que la capacidad intelectual no discrimina por el sexo.
El Hombre tiene unas capacidades y la Mujer tiene otras y, o nos espabilamos y empezamos a provechar lo mejor de cada uno para el bien de ambos, o estaremos perdidos.
Hasta que no dejemos de competir entre nosotros, no podremos formar una pareja estable y seremos una sociedad desquiciada, caldo de cultivo para nuevos esclavos económicos de gobiernos que se aprovechan de la debilidad de la más firme de las instituciones: la familia.
¡Mujeres y Hombres del mundo unámonos!
Sentémonos a conocernos. Sepamos cuales son las cualidades más aprovechables de cada uno y favorezcámoslas. No compitamos entre nosotros y fomentemos la solidaridad de pareja.
¿Realmente no nos estamos dando cuenta de que el mundo económico está fomentando esta disociación?
¿Quién gana con los “singles”?
Pues las empresas que dan menos producto por el mismo dinero y, por supuesto fomentan la individualidad. Hasta las parejas que viven juntos compran ya raciones individuales porque no les apetece comer lo mismo. Cada uno tiene su tele, su ordenador, su… lo que sea. Consumismo, consumismo y consumismo. Y así no está luciendo el pelo…
Y el nuevo negocio creciente son las empresas de “búsqueda” de pareja en Internet que prometen que vas a
encontrar la pareja ideal sin haber salido de tu casa. Caldo de cultivo para que personas desquiciadas y sin escrúpulos (salvando excepciones) se enmascaren detrás de perfiles maravillosos para engañar a incautos desesperados que creen que un ordenador va a ser capaz de proporcionarles lo que ellos solos no son capaces de conseguir.
Y, entre tanto, estamos cada vez más aislados. Tenemos miles de “amigos” en las redes sociales, pero ¿cuántos con los que tomarse un café mirándonos a la cara?
Amig@s somos seres sociales, pero si no lo cultivamos, si no nos amamos y deseamos el entendimiento, si no procuramos conocer al otro, mirándonos a los ojos y hablando de nuestros pensamientos y sentimientos no funcionará. Terminaremos siendo dominados por una élite que nos controlara con ordenadores al estilo Matrix.
Y, por cierto, a pesar de todo, sigo convencida de que el amor no ha muerto y que no tiene edad.
Cualquiera puede enamorarse.
El secreto, quizás, es dejar de competir con nuestra pareja, conocerla bien y estar dispuesto a hacer feliz.
Y, para ello, hay que compartir no competir. Se parece, pero no es lo mismo…
*Dr Antonio Piñero. Catedrático (Ordinarius/Numerario) de Filología Griega. (Filología Neotestamentaria). 
 







 
Compartir, que parece fácil, pero es un arte, el arte de vivir.- Besicos.
ResponderEliminarPues si un arte de vivir que la mayoría no dominamos. Debería ser una asignatura más del cole...
EliminarGracias por seguirme y por ese Blog extraordinario que tienes. La cultura celta es una de mis pasiones y ese bosque resulta muy sugerente...
Besos
He pensado muchas veces que lo de "mejor solas/os que mal acompañadas/os" es una excusa.
ResponderEliminarVos qué pensás?
Saludos.
Hola Luna, pues yo pienso que debe ser una excusa, pero... "quien esté libre de pecado que tire la primera piedra". No seré yo quien juzgue. La compresión entre hombre y mujer es difícil, pero mucho más si uno no se conoce a sí mismo. Creo que todo pasa por eso. Así que, ¿por qué no mejor hacer un alto en el camino, para conocernos primero?
EliminarGracias por seguirme.
Un beso.
Gracias Oz. He pasado (y me he suscrito) por tu Blog.
ResponderEliminarYo también soy (era) practicante de artes marciales y, aunque ahora no lo hago, creo que me enseñaron una forma de vivir. De hecho, el Judo me indicó el camino de la filosofía que ahora es mi gran pasión.
Tu Blog es extraordinario, estamos en la misma onda y te seguiré con sumo placer.
Un beso
Es complicado decidir si uno quiere estar solo o acompañado. Solo, uno se siente como tal, pero ni daña ni es dañado. Acompañado, todo puede pasar, sea bueno o malo, y en principio, hay que arriesgar.
ResponderEliminarSaludos, y enhorabuena por la entrada.