Hoy he llegado tarde
a la oficina y los niños han llegado tarde al cole. No me he enterado del
despertador. Se me ha olvidado llevarme el teléfono al sofá. Así que no hay
nada que haya sonado para despertarme. Y. claro, si yo no me despierto, nadie
se despierta. Alba, se ha puesto hecha una furia, porque tenía un examen a
primera hora de la mañana. Pero ya le he dicho que ya tiene edad para ponerse
su despertador propio. Encima me ha dicho que más vale, porque teniendo una
madre irresponsable, mejor que se compre uno. ¡No me lo puedo creer! A Carlos
le he tenido que acompañar yo, porque, si no, no le abren la puerta del cole.
He llegado al trabajo que no podía con mi alma y encima me
he tenido que oír que vaya juergas me meto que luego se me pegan las sábanas…
¡Menuda gracia!
Después llego y está todo por hacer, nadie ha puesto la
lavadora, ni el lavavajillas. Carlos estaba viendo la tele de su cuarto, sin
hacer los deberes y Alba ha dejado una nota, diciendo que se iba a casa de una
amiga a hacer un trabajo. ¿Y Pablo? Pues había fútbol y, cuando hay fútbol, no
existe nada más.
Mañana es sábado. Ya lo haré, me voy a dormir. Con un poco
de suerte, me habré dormido antes de que Pablo llegue a la cama. Ya escribiré
mañana.
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