viernes, 17 de mayo de 2013

El universo cambia y nosotros cambiamos con él


El universo cambia y nosotros cambiamos con él. Todo aquel que pretende no seguir el ritmo de los cambios está condenado a ser infeliz, a no sentirse bien consigo mismo ni con el mundo que le rodea; todo aquel que no es capaz de cambiar al ritmo del universo no podrá mantener la salud ni del cuerpo ni del espíritu.
Tal es la enseñanza que se desprende de una de las tradiciones más antiguas del planeta: el Tao.
 El Tao Teh King es un legado de sabiduría china ancestral cuyo origen es incierto. Como muchos otros libros inspirados o legados, la tradición lo ha transmitido de forma oral durante miles de años, hasta que llegó a la forma escrita. Según la tradición, fue Lao-tzu (Lao-tse) quien inmortalizó está sabiduría en papel para que esta fuera comprensible. Mas tarde, Kung Fu-tzu, conocido por nosotros como Confucio, fundó lo que sería conocido como el Taoísmo. Aún así, hay autores que hacen una distinción entre el Taoísmo de Lao-Tse y el Confucionismo. Sin embargo para lo que vamos a tratar, no es algo que tenga mucha importancia, como tampoco lo es el hecho de que se convirtiera en una religión, lo cual, como en muchos otros casos, no estaba en el ánimo de quienes perpetuaron dicha sabiduría.
La fuente de todo esto estaba en un libro aún mucho más antiguo, el I Ching (pronúnciese Yi Ching o Yi King), cuya antigüedad, incierta también, si sitúa en más de 3000 años. Ésta obra magistral y poco conocida, es la sabiduría revelada de no se sabe exactamente que cultura o humanidad anterior. Escrito, como pequeños poemas, nos muestra una realidad cambiante, a la que los físicos actuales están llegando no, sin muchos miles de años de retraso y mucha dificultad en admitir.



Lo que se siempre se han considerado como leyes fijas, se convierten en el I Ching y por consecuencia en el 
Tao en leyes mutantes sujetas a fluctuaciones que no se sabe muy bien como acontecen.
Lo que el Camino del Tao nos indica, es que no hay nada fijo en la naturaleza. La mayor parte de nosotros consideramos que hay unas leyes fijas y que otros acontecimientos se producen por azar o casualidad. Otros más deterministas, creen que no hay nada que se produzca por azar y que deben haber otras leyes fijas que aun no han sido descubiertas y que, por lo tanto, un día llegaremos a poder predecirlo y controlarlo todo.  Pero para el Tao, nada de esto importa. Tanto si es causalidad como casualidad, lo verdaderamente importante es el propio fluir y la forma en que nosotros nos integremos con él.
De esta forma, siguiendo el Camino del Tao, es decir fundiéndonos con los ritmos de la naturaleza, nuestro cuerpo y nuestra mente serán capaces de vivir en armonía y hacer que nuestra vida sea mucho más larga y feliz.
Lo cierto es que los practicantes del Camino del Tao suelen vivir muchos más años que el resto de la población y en unas condiciones de salud excelente.
Lo mejor del todo es que no exige grandes sacrificios, ni prácticas a las que dedicar mucho tiempo, ni grandes rituales. El Camino consiste solamente en dejarse llevar por los propios ritmos de las cosas, sin oponerse al cambio.
Creo y afirmo que lo que ha perdido la sociedad actual es esa forma de seguir los ritmos de la naturaleza en la que vivimos. Y pongo un ejemplo: el horario de nuestra vida cotidiana, se basa en la productividad y no en lo natural. Nuestros horarios de trabajo, de comidas y de sueño están en organizados en base a ser más productivos. De esta forma hay horarios en turno de noche, por ejemplo, en los que lo natural para el ser humano es dormir. Tampoco los horarios de las comidas se rigen por el ciclo alimenticio, sino por el momento en el que disponemos de tiempo. Las relaciones sexuales tampoco se dan de forma natural y espontánea, sino que están programadas para el tiempo de ocio.
Pues según el Tao, todas estas alteraciones provocan que nuestra mente y nuestro cuerpo se alteren con consecuencia terribles. Por suerte, nos da la pauta para recuperar el ritmo.
Seguiremos profundizando en este tema.
Un abrazo a todos.

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