El otro día escuchaba una conferencia de Carlos Kasuga en un
vídeo de Youtube, cuyo enlace pondré al final para que podáis escucharlo si os
interesa.
Carlos Kasuga es un mejicano de origen japonés. Sus padres
emigraron a Méjico y Carlos ya nació mejicano. De emigrante pobre ha llegado a
ser uno de los empresarios mejicanos más reputados y de más éxito. No solo por
su habilidad para los negocios, sino por su calidad humana y la forma en la que
trata a sus trabajadores.
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| Bicicletas en Japón sin cadenas ni candados |
Durante la conferencia, explicaba la ética que hay en el Japón,
que, dice él, en Méjico no existe. Las mismas palabras que aplica para su país, pueden
aplicarse punto por punto para el nuestro.
Carlos contaba como en Japón la
gente puede llegar a la estación con su bicicleta y pueden dejarla allí
mientras van en tren a trabajar. No hace falta ponerle una gran cadena y un
gran candado, simplemente las dejan ahí y a la vuelta están seguros de que las
van a encontrar en el mismo sitio.
Mientras explicaba esto, me vino a la cabeza el robo de la
bicicleta de mi hijo hace dos años. Lo malo del robo de la bicicleta, no es que
el juicio tardara más de un año en salir, ni que a día de hoy aún no haya
habido sentencia. ¡Lo peor es que el robo se produjo dentro del colegio!
El
presunto ladrón (hay que ponerlo así mientras no haya sido condenado a pesar de
que la policía le detuvo con ella y hay tres testigos que le vieron hacerlo)
saltó la valla del colegio en pleno día, cortó la cadena con unas tenazas y se
la pasó por encima de la valla a un cómplice que esperaba fuera.
Dejando de
lado el valor de la bicicleta en sí, que no era mucho, yo pregunto ¿hay algo
peor que robarle la bicicleta a un niño? ¿hay algo peor que quitarle a un niño
un objeto que, con probabilidad (en este caso así era), había recibido como
regalo con la mayor de las ilusiones?
Mi hijo sufrió pesadillas durante una buena temporada
soñando con el robo de la bicicleta. Dos años después, cada vez que sale con
cualquier cosa a la calle lo hace con el temor de que le vayan a robar.
Aún peor es que ese robo fuera cometido por un adulto. Por
lo menos yo así lo pienso.
Dice Carlos Kaluga y lo suscribo que, la única razón por la
cual en Japón eso no ocurre, mientras que tanto en su país como en el nuestro ocurra lo
que he relatado, es, simplemente, la educación. La frase que da título a estas
líneas. En Japón les enseñan a los niños que si “algo no es tuyo es que es de
otro”.
Confieso que escuchando estas palabras me sentí avergonzada de vivir en la sociedad que vivo y triste por lo que en ésta pasa. Hoy en día, nos hemos acostumbrado a tener que defendernos de los robos continuos, a gastar cantidades de dinero en alarmas, rejas, cadenas, candados, policía y todo un buen número de soluciones anti robo, como si eso fuera lo natural. Pero no lo es.
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| Bicicletas en Madrid |
Sin embargo, más nos llamamos “civilizados” más tenemos que invertir en seguridad.
Tengo ya una cierta edad y he criado 4 hijos. Tristemente tengo que reconocer como, desde que yo era pequeña, pasando por las edades de mis hijos hasta llegar al día de hoy, valores como la honestidad, la palabra de honor, la lealtad y muchos otros, se han diluyendo hasta casi desaparecer.
Hoy en día, se producen robos hasta en el único sitio que yo pensaba que estaría siempre más protegido: los colegios e institutos. Y, lo peor, son los propios alumnos los que les quitan las cosas a los compañeros e incluso a los profesores. ¡Y no ocurre nada! Los profesores están atados de pies y manos por el poder de unos padres a los que al parecer no les preocupa que sus hijos actúen así. En algunos casos hasta los hay que se sienten orgullosos de que sus hijos “sean más listos que los otros”. Y hablo con conocimiento de causa, por más que algunos pensarán que estoy exagerando.
¿Cómo hemos llegado a esto?
Pues de varias formas. Como explica Carlos Kasuga, porque no se premia, sino que se castiga la honestidad. Si cuando algo “desaparece” en una clase y el profesor pregunta quien ha sido y, pongamos que el chico o chica en cuestión, lo admite, lo que le espera a este chico es una expulsión y la burla de sus compañeros por lo “tonto” que ha sido al confesar y ganarse una expulsión. No es que haya que premiar al delincuente, pero quizás, si se valorara (tal y como ocurría cuando yo era pequeña), el que un delincuente que confiesa es que está arrepentido, quizás habríamos ganado un delincuente menos y algunos otros que tomarían ejemplo. Pero si el castigo es el mismo para el que confiesa que para aquel al que “pillan” no fomentamos el interés en ser honesto sino en todo lo contrario.
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| sin comentarios |
La clave está en esa simple frase “si no es tuyo es que de alguien”. Y para que eso sea un hábito, eso hay que aprenderlo de niño.
Hay que educar a nuestros niños en la honestidad si queremos vivir en un mundo donde esto no ocurra. Pero, para ello también tenemos que dar ejemplo. Si vamos presumiendo ante ellos de que nos hemos encontrado algo, sea un móvil, una cartera, un objeto cualquiera y nos lo hemos quedado “porque no era de nadie”, el mensaje que ellos reciben es que si alguien no tiene algo atado con dos cadenas y tres candados es que no es de nadie. Pero, amigos, esa no es la verdad. La verdad es que si no es nuestro es que de alguien, porque los objetos no surgen en cualquier parte por generación espontánea.
Reconozco que este tema me da tristeza, pero también tengo que decir que, después de escuchar a Carlos kasuga, estoy llena de esperanza. Si existe un lugar en el que eso es posible, es que es posible para todo el mundo, porque, más allá del color de la piel o del lugar donde hemos nacido, todos los seres humanos somos iguales. Si ellos pueden, nosotros podemos.
Asumamos esta frase y repitámosla como un mantra: “Si no es tuyo es que es de otro”.
Gracias por leerme y un abrazo.



En Buenos Aires pasa exactamente igual o peor.Ya no confiamos ni en los agentes de seguridad. Es muy triste. Lo único que se puede hacer es desde tu hogar educar a nuestros hijos con respeto y honestidad.
ResponderEliminarMuy interesante el post. ¡Saludos!
Pues sí, eso es lo peor que pasa en todo el mundo, salvo excepciones. pero si todo ponemos empeño en cambiarlo... no hay que perder la esperanza.
EliminarGracias Lourdes y un gran abrazo