El universo cambia y nosotros cambiamos con él. Todo aquel
que pretende no seguir el ritmo de los cambios está condenado a ser infeliz, a
no sentirse bien consigo mismo ni con el mundo que le rodea; todo aquel que no
es capaz de cambiar al ritmo del universo no podrá mantener la salud ni del
cuerpo ni del espíritu.
Tal es la enseñanza que se desprende de una de las
tradiciones más antiguas del planeta: el Tao.
El Tao Teh King es un legado de sabiduría china ancestral
cuyo origen es incierto. Como muchos otros libros inspirados o legados, la
tradición lo ha transmitido de forma oral durante miles de años, hasta que
llegó a la forma escrita. Según la tradición, fue Lao-tzu (Lao-tse) quien inmortalizó
está sabiduría en papel para que esta fuera comprensible. Mas tarde, Kung
Fu-tzu, conocido por nosotros como Confucio, fundó lo que sería conocido como
el Taoísmo. Aún así, hay autores que hacen una distinción entre el Taoísmo de
Lao-Tse y el Confucionismo. Sin embargo para lo que vamos a tratar, no es algo
que tenga mucha importancia, como tampoco lo es el hecho de que se convirtiera
en una religión, lo cual, como en muchos otros casos, no estaba en el ánimo de
quienes perpetuaron dicha sabiduría.
La fuente de todo esto estaba en un libro aún mucho más
antiguo, el I Ching (pronúnciese Yi Ching o Yi King), cuya antigüedad, incierta
también, si sitúa en más de 3000 años. Ésta obra magistral y poco conocida, es
la sabiduría revelada de no se sabe exactamente que cultura o humanidad
anterior. Escrito, como pequeños poemas, nos muestra una realidad cambiante, a
la que los físicos actuales están llegando no, sin muchos miles de años de
retraso y mucha dificultad en admitir.
